martes, 8 de junio de 2010

El pasado dia 22 de Mayo el Club de Vuelo y Montaña organizó una excursión al Castro de las Cogotas, en la que contamos con un guia excepcional: Jesús R Álvarez que nos deleito con su sabiduria sobre nuestros antepasados los Vetones. El siguiente artículo junto con las fotos son una muestra de todo ello.

Castro de Las Cogotas (Cardeñosa)

Las Cogotas es un poblado amurallado de la Edad del Hierro que se encuentra a unos 6 km al suroeste de la localidad de Cardeñosa, junto al río Adaja, en el extremo de la estribación más oriental de la sierra de Ávila y con una cota máxima de 1.156 m. Ocupa una pequeña elevación natural del terreno, con dos llamativos berrocales de granito redondeados, a los que debe el nombre. El poblado consta de dos recintos fortificados, uno alto o acrópolis y otro bajo considerado como encerrradero de ganados, con tres entradas en cada uno de ellos, más compleja y elaborada la principal del recinto superior. Los ejes máximos del poblado son de unos 455 m por algo más de 310 m, lo que da una superficie intramuros cercana a las 14,5 ha. Aunque el poblado fortificado pertenece a la Edad del Hierro, algunos materiales de la acrópolis indican una ocupación previa a finales de la Edad del Bronce.

Es quizás el más emblemático de los castros vettones, pues por sí solo ha definido durante mucho tiempo lo que fue la Edad del Hierro en la Meseta occidental española. Y el más conocido de antiguo, pues ya se habla de él en 1876, cuando la Comisión de Monumentos de Ávila da cuenta a la Real Academia de la Historia del hallazgo de objetos antiguos y cimientos de piedra en el sitio conocido entonces como "Las Cogoteras", manifestando la conveniencia de realizar excavaciones arqueológicas. Muy poco después Andrés Garci-Nuño informa de los descubrimientos realizados por su padre en el castro y en otros puntos del término de Cardeñosa durante el mes de junio de ese mismo año, entre ellos el famoso verraco o jabalí de piedra hallado a la entrada del poblado (hoy en la plaza Calvo Sotelo de Ávila), trozos de otras esculturas de granito que parecían toros así como diversos objetos de piedra, metal, barro, hueso, monedas e inscripciones, que su descubridor pone a disposición de la Academia junto a los dibujos y calcos de algunos de ellos.

Hay otras noticias y referencias del siglo XIX, pero es entre 1927 y 1929 cuando se realizan las primeras excavaciones sistemáticas en el castro, dirigidas por Juan Cabré. En 1930 y 1931, el mismo autor excavó la necrópolis, en la que se hallaron 1469 tumbas de incineración. A finales de los años 1980 el castro ha sido objeto de nuevas excavaciones por un equipo de arqueólogos de la Universidad Complutense, dirigidos por G. Ruiz Zapatero, al construirse un embalse que afectaba a parte del yacimiento. La importancia del sitio radica en que desde los trabajos de Cabré ha servido para definir dos importantes grupos arqueológicos de la Prehistoria reciente del centro de España. Por un lado la fase del Bronce Final (1200-850 a.C.), que ha servido para la denominación de esta etapa en la Meseta como grupo Cogotas I, y por otro lado la ocupación de la Segunda Edad del Hierro (450-50 a.C.) – falta el periodo del Hierro I – que ha dado nombre a una cultura, Cogotas II, que se extiende por el Sur del centro de la cuenca del Duero.

El grupo Cogotas I ha sido definido tradicionalmente por las características cerámicas con decoraciones incisas de “punto-y-raya” (boquique) y excisas, además de especies lisas y una metalurgia adoptada del Bronce Atlántico. Se conocen pequeños asentamientos con cabañas u ocupaciones en cueva, que dan la impresión de un modelo de hábitat poco sedentario, muy probablemente relacionado con una economía ganadera de ovejas y cabras. Se ha sugerido incluso que los pastores de Cogotas I pudieron ser trashumantes y se ha querido ver en la dispersión de sus típicas cerámicas de boquique y excisas por la periferia de la Península Ibérica la prueba de tales movimientos. Los enterramientos son mal conocidos pero el ritual inhumador en fosas y hoyos parece la norma más habitual. La cultura de Cogotas II, llamada a veces “Cultura de los verracos” por las numerosas esculturas zoomorfas en piedra -toros y cerdos de granito- halladas en estos territorios del oeste de la Meseta, está bien definida por los grandes castros de las provincias de Ávila y Salamanca y sus necrópolis de incineración, con tumbas en hoyo o en encachados y túmulos. La cultura material incluye, entre otras, las cerámicas con decoraciones incisas “a peine”, que son las más características, y un abundante ajuar metálico con armas de hierro, instrumental variado y objetos de adorno, que se puede situar entre los siglos V y II a.C.

El poblado de finales de la Edad del Bronce que ocupó una parte del yacimiento de Las Cogotas nos resulta desconocido, las excavaciones antiguas sólo documentaron las cerámicas con decoración excisa y de boquique y un hacha plana de bronce que debieron estar en pequeñas chozas o cabañas que no se han identificado. Tras algunos siglos de desocupación, en la Segunda Edad del Hierro y aprovechando una horquilla fluvial, se levantaron los dos recintos amurallados que hoy se ven. El superior o acrópolis ocupa la cumbre en torno a las dos crestas graníticas y el inferior se extiende hacia el Este y el Sur aprovechando una plataforma con poca pendiente. La muralla es de mampostería de granito, se adapta a la topografía buscando los canchales y presenta en el sector norte, el de más fácil acceso, una serie de engrosamientos a modo de bastiones, delante de los cuales se levantaron campos de piedras hincadas para dificultar el ataque a la muralla.

El poblado tiene seis puertas, tal vez hubo alguna más no identificada, y la principal en el lienzo septentrional tiene forma de embudo para mejorar la defensa. Parece que existió un camino de ronda, empedrado, que ceñido a la muralla recorría por el interior quizás todo el perímetro del poblado. Las excavaciones antiguas no reflejaron todas las viviendas excavadas, y sólo resultan identificables aquellas que se adosaron a la muralla junto a la puerta principal y alguna que aprovechó afloramientos de granito. No existió un plan urbanístico con calles y las casas se debieron distribuir adaptándose a la topografía y buscando las zonas más llanas. Algunas casas se construyeron fuera de la muralla. Los trabajos antiguos no documentaron con detalle las casas, que fueron rectangulares de grandes dimensiones (entre 20 y 30 m de largo por 7 m de ancho), con divisiones internas y el empleo de adobes de forma estandarizada (40 x 20 x 10 cm) como se ha comprobado en las excavaciones más recientes. Otro dato novedoso de estos trabajos ha sido la localización en el sector meridional del segundo recinto de una zona de servicios colectivos e industriales que incluyó, al menos, un importante alfar o taller destinado a la elaboración de productos cerámicos, con una producción que seguramente iría más allá del ámbito doméstico, y un gran basurero de hasta 3 m de potencia estratigráfica.

Gracias a los vasos y recipientes hallados, sabemos que el alfar de Las Cogotas funcionaba en el siglo II a.C., y que en esa época abarcaba un extenso complejo de dependencias y hornos que ocupaban algo más de 300 m2. Los hornos eran de tipo sencillo de una sóla cámara. Anexo al taller existía una gran dependencia que debió servir de almacén de productos acabados y como secadero de adobes para la construcción de casas y otras estructuras. Toda la cerámica recuperada en el alfar fue realizada a torno y ofrece una variadísima colección de vasos, copas, cuencos, botellas y embudos. Actividad que debió requerir especialistas, una producción estandarizada y una distribución de los productos cerámicos fuera del poblado.

El vertedero de Las Cogotas se formó en poco tiempo pero su finalidad es difícil de determinar. Muchos castros de la Edad del Hierro crecieron de tamaño en esta época porque su riqueza debida a las manufacturas y al comercio atraía a gentes de las zonas de alrededor. Y, lógicamente, cuanta más gente se concentrara en estos sitios, más industrias, más productores de alimentos y más viviendas se hacían necesarios para poder alimentarlos y alojarlos. Por otro lado, el peso específico de la ganadería en estas tierras no hace descabellada la posibilidad de mercados de ganado o reuniones de la población para transacciones comerciales y esparcimiento. Semejantes reuniones contribuirían a esparcir restos de comida y otros detritus, incluyendo cerámica rota y huesos de animales. La acumulación de huesos en el basurero de Las Cogotas podría apuntar en esta dirección. En algunos sondeos se encontraron hogares y huellas de acuñamientos de postes. Estos restos sugieren estructuras ligeras y no de larga y continuada ocupación que apoyarían la idea.

La estratigrafía obtenida durante las excavaciones también es importante. La fundación de la muralla del segundo recinto es contemporánea a la construcción del alfar, pero, al mismo tiempo, la existencia de un basurero que se encontró debajo de la primera demuestra que antes de la construcción del taller y las defensas ya existía algún tipo de actividad industrial en esa zona. Por tanto, en la secuencia de ocupación del poblado de Las Cogotas parece que hubo un primer momento (siglos IV-III a.C.) sólo con el recinto superior amurallado y actividades secundarias en la explanada o arrabal situada al suroeste, y un segundo momento (s. II a.C.) en el que se decide amurallar este sector. Lo interesante, en definitiva, es comprobar la toma de decisión para establecer una serie de actividades especializadas e incluirlas dentro del recinto fortificado de la ciudad.

Todo esto ha venido a matizar la interpretación de Cabré, que imaginó este segundo recinto amurallado con la función de guardar ganado, la principal fuente de riqueza de estas comunidades, aunque esta idea tampoco puede desecharse por completo para otras áreas del recinto. En resumen, el poblado ofrece una clara zonación con residencia diferenciada por los ajuares domésticos entre la acrópolis y el recinto inferior, probablemente las elites viviendo en el primero y la mayoría de la población en el segundo y en las viviendas extramuros. Además, la zona con el alfar y el gran basurero implica un uso diferenciado del espacio.

A unos 200 m hacia el Norte de la puerta principal del castro y bien a la vista se encontraba la necrópolis. Cabré excavó 1469 tumbas de incineración, de las que sólo 224 presentaron ajuares funerarios. Los enterramientos estaban repartidos en cuatro zonas bien diferenciadas que parecen responder a líneas de descendencia de grupos de parentesco. Las urnas, conteniendo las cenizas, se depositaban con el ajuar en hoyos practicados a escasa profundidad, calzándolas y tapándolas con piedras o, incluso, con otras vasijas. Otras veces se empleaban estelas de piedra -todavía se conservan en el mismo lugar- para señalar una o varias tumbas. Los ajuares funerarios permiten distinguir cinco rangos distintos: 1) elites ecuestres con elementos de prestigio: arreos de caballo, espadas y/o cuchillos, escudos y adornos con incrustaciones de plata; 2) guerreros, individuos con algunas armas (lanzas y cuchillos) y artesanos (especialmente con punzones); 3) gente con adornos de bronce como fíbulas, cuentas de collar y otros; 4) gente con fusayolas, urnas decoradas y algún anillo y 5) el resto de tumbas sin ajuar (casi un 85% del total), la masa de población campesina, entre los que podría haber individuos sin condición libre como sugieren algunas fuentes de época griega.

El cementerio parece reflejar así una comunidad - estimada en unos 200-250 habitantes - con diferencias sociales bien marcadas, al menos en los siglos IV y III a.C., que es cuando se fecha con seguridad el cementerio.

Accesos e itinerario de visita:

-Al castro de Las Cogotas se llega por el nuevo acceso que parte de Ávila hacia el pantano por la carretera N-403 en dirección a Valladolid; a 8 km de Ávila se toma un desvío en dirección oeste de la carretera y, después de recorrer 4 km, se llega hasta el embalse y al pie del cerro ocupado por el castro. Otra posibilidad es tomar la carretera de Salamanca (N-501) desde Ávila, y coger un desvío, a la derecha, en el kilómetro 3 por la AV-804 que lleva a Cardeñosa. Un kilómetro antes de entrar en Cardeñosa aparece señalizado el castro, al que se llega por un camino de tierra. El yacimiento dispone de guarda de la Junta de Castilla y León.

-La duración aproximada de la visita es de unos 45 minutos. El acceso al castro es fácil y las pendientes son suaves a excepción de las cumbres, formadas por las dos crestas graníticas que dan nombre al sitio. La puerta principal y las murallas del primer recinto han sido restauradas y acondicionadas para la visita.


Jesús R. Álvarez-Sanchis

Departamento de Prehistoria Universidad Complutense de Madrid






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